viernes, 27 de julio de 2012

La marcha más grande en la historia de Colombia

Foto tomada de: Elespectador.com

Hace seis años escribí esta crónica sobre una multitudinaria marcha realizada por los paeces. Parece que desde aquel tiempo hasta ahora nada ha cambiado en el Cauca. 


La magnitud de la marcha empezó a vislumbrarse cuando el Presidente Álvaro Uribe viajó hasta el Cauca con el único propósito de cancelarla. “¿Qué necesitan? Firmemos un acuerdo”, les dijo a los líderes indígenas en una reunión que se realizó en Popayán el viernes 10 de septiembre. Daniel Piñacué, Diputado por el Cauca, le recordó que los indígenas estaban firmando acuerdos desde la época de la Conquista. Entonces, el Gobernador del Valle, Angelino Garzón, y el del Cauca, José Chaux Mosquera, intervinieron tratando de explicar que la actual situación del país no era apropiada para realizar una marcha tan grande. Esta vez, Daniel Piñacué se levantó con rabia y les gritó: “¿Cuántos muertos más tienen que haber, cuántos líderes más tienen que detener, cuántas leyes más nos tienen que imponer para que llegue el momento oportuno de que los indígenas sean escuchados?”. 

En el lugar detonó un silencio que marcó el final de la reunión. Los líderes indígenas, sin embargo, antes de irse, se comprometieron a no bloquear ninguna vía ni permitir que se presentaran actos de violencia durante la marcha. Así mismo, los Gobernadores del Valle y del Cauca garantizaron que iban a facilitar las condiciones de desplazamiento y los lugares de campamento. El Presidente, por su parte, se marchó sin ni siquiera despedirse. 

Las razones que justificaron la marcha 
Los líderes indígenas tenían razones de peso para realizar la marcha. En primer lugar, no podían defraudar a los más de setecientos mil indígenas de todo el país que los habían respaldado mediante sus organizaciones. En segundo lugar, las problemáticas sociales estaban alcanzando un límite intolerable. Había que hacer lo posible para liberar al líder indígena Alcibíades Escué y rechazar el Tratado de Libre Comercio (TLC), el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), la Política de Seguridad Democrática, la ejecución del Estatuto Antiterrorista, la Reforma Constitucional, la Ley de Alternatividad Penal, entre otras cosas. Además, los indígenas necesitaban “denunciar ante Colombia y el mundo el permanente accionar militar al interior de nuestros Resguardos, donde todos los grupos armados –Ejército, guerrilla, paramilitares– nos están asesinando”, declaró Daniel Piñacué cuando la marcha llegó al Coliseo El Pueblo, en Cali. 

Los primeros pasos del largo camino 
Foto tomada de: Elespectador.com
Lo que se convirtió en la movilización indígena más grande en la historia de Colombia, empezó el lunes 13 de septiembre cuando veinticinco mil indígenas paeces, provenientes del sur del Cauca, se reunieron en el Territorio de Convivencia, Diálogo y Negociación de La María. Al día siguiente, martes 14, marcharon por un solo carril de la vía Panamericana hasta Santander de Quilichao. Ahí los esperaban otros veinte mil paeces que habían bajado de las frías montañas del norte del Departamento; además habían cinco mil indígenas de otras etnias, entre los que se encontraban los Yanaconas del Macizo, los Coconucos del Huila, los Awa de Nariño, los Ingas del Putumayo, los Witoto del Amazonas, los Guambianos del Cauca, los Embera del Choco y los Afrocolombianos del Patía. Ese mismo día, los cincuenta mil indígenas, custodiados por nueve mil quinientos hombres de la Guardia Indígena y bajo la supervisión de doscientas enfermeras de los Resguardos, marcharon (nuevamente sin obstruir el tráfico) hacia el pueblo de Villarrica para instalar ahí su campamento. El miércoles 15, con cinco mil nuevos indígenas y campesinos provenientes del Valle, llegaron a Jamundí en donde los esperaban otros cinco mil indígenas que habían bajado de pueblos como El Tambo, Buenos Aires, La Balsa y Suárez. Por último, el jueves 16, la gran marcha de sesenta mil indígenas que habían recorrido más de cien kilómetros en tres días, madrugó rumbo a su destino final. 

Una marcha pacífica pero contundente 
Los primeros indígenas llegaron a Cali antes del amanecer. Venían en una caravana de catorce camiones, diecisiete jeeps Willys y diecinueve buses que cargaban varias toneladas de alimentos y una cantidad impresionante de leña. Además, traían los plásticos y las cuerdas que a las seis de la mañana empezaron a templar en las afueras del Coliseo El Pueblo para instalar el campamento a donde iba a llegar la gran marcha. Entre tanto, en la vía Panamericana las autoridades empezaban a desviar el tráfico. Se trataba de un enorme dispositivo de seguridad que contaba con más de dos mil quinientos policías fuertemente armados, además de un helicóptero, dos tanquetas antimotines y un gran número de camionetas y motos de alto cilindraje. Sin embargo, la gran marcha indígena, cuyo nombre era Minga Indígena y Popular Por La Vida, La Justicia, La Alegría, La Libertad y La Autonomía, salió de Jamundí en completo orden. “Son tres días de manifestación y convivencia entre miles de personas sin expresiones de violencia”, dijo Jorge Caballero, Director de Comunicaciones del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC). Luego, mientras escuchaba los aplausos de los habitantes de Jamundí que habían madrugado a despedir la marcha, complementó: “Aunque no se puede negar que le estamos haciendo mucho daño al gobierno del Presidente Álvaro Uribe”. Era cierto, ese mismo jueves estaban marchando en la Guajira los Wayúu y los Yupkas; en Sincelejo los Zenú; en Santa Marta los Mocaná; en Bogotá los Pijaos, los Muiscas y la comunidad Gay; en Cúcuta el magisterio y a nivel nacional los transportadores se encontraban en paro: la imagen que el Presidente había construido empezaba a desmoronarse. 

El inminente choque entre indígenas y policías 
Un día antes, los medios informaron que la Alcaldía de Cali había modificado la ruta de la marcha dentro de la ciudad. Ya no pasaría por la calle Quinta, sino que se desviaría por unas autopistas secundarias en busca del Coliseo El Pueblo. El propósito del Alcalde Apolinar Salcedo era impedir un caos vehicular. Sin embargo, para algunos su verdadera intención era evitar que la marcha pasara por la Universidad del Valle, en donde los indígenas participarían de un acto cultural. “La posición nuestra –informó Marcos Guasaquillo, Coordinador de la emisora indígena Radio Puyamat– es pasar por la calle Quinta y entrar a la Universidad del Valle”. El ambiente de la marcha, aunque se sentía tensionante por la posibilidad de un inminente choque entre indígenas y policías, no dejaba de ser festivo. Los grupos de música andina animaban con sus kenas, zampoñas y bombos a una multitud que gritaba consignas en contra del TLC y del ALCA. Los estudiantes de la Universidad Autónoma, de la Fundación de Ciencias y del Instituto Antonio Nariño, instituciones ubicadas en las afueras de la ciudad, se agolpaban en las orillas de la vía Panamericana para aplaudir aquel río humano que se extendía por más de tres kilómetros. A veces, las risas estallaban porque aparecía uno de los personajes más pintorescos de la marcha. Se trataba de un hombre encapuchado que, además de ir cabalgando una yegua, vestía un traje negro de capa y sombrero. Era El Zorro, una de las personas que más se robó la atención de los medios. No obstante, cuando la marcha se fue acercando a Cali su protagonismo se desvaneció. Todos los camarógrafos corrieron ansiosos hacia el lugar donde se suponía que los policías iban a bloquear el acceso a la calle Quinta. En tal caso, los líderes indígenas habían decidido que las sesenta mil personas se sentarían a esperar un acuerdo pacífico. Sin embargo, Clímaco Álvarez, máximo dirigente del CRIC, en una reunión extraordinaria con el Alcalde Apolinar Salcedo, consiguió que se respetara la ruta pactada desde semanas atrás. La marcha, entonces, entró por la puerta grande de Cali, rumbo a las instalaciones de la Universidad del Valle. 

Un provocador capturado 
Los estudiantes habían preparado un acto cultural para recibir afectuosamente a quienes consideran un ejemplo de lucha a nivel nacional. Pero todo tuvo que ser cancelado intempestivamente por razones de seguridad que algunos medios tergiversaron. Resulta que desde muy temprano varios estudiantes de la Universidad habían detectado a un hombre con características sospechosas. Al capturarlo, descubrieron que cargaba un arma de fuego. El hombre confesó que habían otros provocadores profesionales acompañándolo. Los estudiantes, cuando la marcha llegó a las afueras de la Universidad, le entregaron el capturado a la Guardia Indígena. Los líderes, entonces, decidieron que la marcha siguiera de largo por la calle Quinta hasta el Coliseo El Pueblo, donde se encontrarían con las delegaciones provenientes de Candelaria, Yumbo y Ecuador. Ahora bien, en algunos periódicos apareció publicado que la decisión de los indígenas fue motivada porque los estudiantes y los sindicalistas querían aprovechar la ocasión para crear confusión, y no por la presencia de un provocador. 

El papel de los medios 
Foto tomada de: Periodicovirtual.com
Para los indígenas, el acompañamiento de los medios en general fue destacable, aunque señalaron que algunos periódicos trataron de empañar los verdaderos propósitos de la marcha. En sus informes resaltaron sólo una de las denuncias entabladas por los indígenas: la presencia de grupos guerrilleros y paramilitares en los Resguardos. Casi nada dijeron del rechazo al TLC y al ALCA, ni del encarcelamiento de Alcibíades Escué, ni de los abusos del Ejército. Ni siquiera mencionaron que el objetivo final de la marcha era sacar un Mandato Popular en el que todos los estamentos de la sociedad le hicieran unas exigencias puntuales al gobierno. “Lo único que han hecho es divulgar la información que le conviene al Presidente Álvaro Uribe”, aseguró el Director de Comunicaciones del CRIC, Jorge Caballero. 

No obstante, los indígenas venían preparados para afrontar esa problemática. En la marcha traían una bicicleta con un transmisor de radio que difundía al mundo entero (por medio de la Internet) lo que ocurría durante el recorrido. Además, instalaron una oficina de prensa en la Universidad del Valle con el fin de brindar información profunda y exacta. De igual modo, invitaron a varios reporteros europeos que laboran para noticieros independientes. También se destacaba el trabajo audiovisual que estaba realizando Marta Rodríguez, una de las directoras de cine y de documentales más reconocidas en Colombia. Su última producción registra el modo en que fueron exterminados los indígenas Kankuamos de la Sierra Nevada. “¿Cómo es posible que entre 1993 y el 2004 asesinaran a más de doscientos cuarenta Kankuamos, sin que ningún medio investigara lo acontecido? Sólo en Noticias RCN, el pasado viernes 10 de septiembre, mostraron a un señor encapuchado que justificaba el asesinato de Kankuamos porque los consideraba subversivos. Definitivamente algunos medios de comunicación están al servicio de esos asesinos, manifestó Marta Rodríguez mientras le señalaba a su camarógrafo el lugar más apropiado para filmar la entrada de la marcha al Coliseo El Pueblo. 

Un Maestro Universal de la Sabiduría tras las rejas 
En 1991, esta reconocida directora fue invitada a las montañas del Cauca para dictar un taller de producción audiovisual. Los alumnos eran jóvenes indígenas que acababan de entregar las armas en la desmovilización del grupo guerrillero Quintín Lame. “El más destacado de todos –recordó Marta Rodríguez– era Daniel Piñacué”. Su dedicación no sólo lo convirtió en el mejor operador de cámara, sino que también lo llevó a ser hoy el líder más reconocido de las comunidades indígenas. Sin embargo, cuando los sesenta mil indígenas se acomodaban en los campamentos previamente instalados, él me explicó que en su cultura no se aplica el término liderazgo porque la voz de un hombre es el clamor de todo un pueblo. Además, me ilustró el TLC y el ALCA como un lobo que pide igualdad de condiciones en el corral de las gallinas. Por último, me habló de Alcibíades Escué, un anciano que fue declarado Maestro Universal de la Sabiduría por la UNESCO, que fue Vocero Internacional Ante los Organismos de Derechos Humanos, que fue Presidente del CRIC y de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca, que fue Fiscal de la Organización Nacional Indígena de Colombia, en fin, un hombre que siempre fue escogido por su honestidad para ocupar los cargos más honorables en las organizaciones de su comunidad, pero que hoy está preso porque la Fiscalía lo acusa de financiar un grupo paramilitar. 

El resultado final: un Mandato Popular 
El día viernes 17 de septiembre la Guardia Indígena, después de haber entregado a la policía al hombre que fue capturado en la Universidad, dispuso todo para recibir a la sociedad caleña en el Coliseo El pueblo. El propósito era realizar el primer Congreso Indígena y Popular, cuyas temáticas giraban en torno a cuatro puntos: conflicto armado, TLC – ALCA, reformas constitucionales y persecución estatal. Entre los participantes se encontraban los congresistas indígenas Francisco Rojas, Jesús Piñacué y Felix Tarapúez; además del Gobernador del Valle y los dirigentes políticos Navarro Wolf, Alexander López, Jorge Robledo y Luis Carlos Avellaneda. Los únicos que faltaron fueron los 40 Gobernadores de los Resguardos, quienes habían participado en la marcha. Su ausencia se debió al viaje que realizaron a Bogotá para exigir la libertad de Alcibíades Escué. Al día siguiente, los más de sesenta mil indígenas levantaron el campamento y se dirigieron a la Plaza de San Francisco para difundir el resultado del Congreso. Se trata del Mandato Popular, un documento en el que la sociedad manifiesta su inconformidad con el actual gobierno. Ahí, entre otras cosas, se decidió convocar a toda Colombia para realizar un referendo en contra del TLC y el ALCA, además de crear un Tribunal Permanente con personas reconocidas que se pronuncien ante las violaciones a los Derechos Humanos. Por otra parte, los indígenas se declararon en Asamblea Permanente y escogieron como sede de trabajo el Territorio de Convivencia, Diálogo y Negociación de La María. Así, la gran marcha de indígenas regresó a su punto de partida en una caravana de camiones, jeeps Willys y buses que salieron de forma ininterrumpida desde las doce del medio día hasta las siete de la noche. Un día después, el domingo 19, el Presidente Álvaro Uribe se dirigió a los colombianos por medio de la televisión. Dijo que los indígenas no tuvieron razones para llevar a cabo una manifestación de esa magnitud. Muy pronto, cuando el Mandato Popular empiece a materializarse, dirá lo mismo de los profesores, estudiantes, sindicalistas, vendedores, empleados públicos...

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