En los últimos tiempos muchos campesinos han asumido un proceso de recuperación del páramo. Pero, a pesar de esto, los ríos siguen disminuyendo su caudal y más animales y plantas están en peligro de extinción. La razón: el calentamiento global y las malas prácticas agrícolas de muchos otros campesinos que aún no comprenden la importancia del páramo.
Gildardo Valenzuela fue el primero en dar el paso. Después de ser capacitado por la Corporación Autónoma Regional de Nariño (Corponariño) sembró diferentes tipos de plantas como habas, coles, lechugas, acelgas, remolachas, nabos, zanahorias y cebollas. De igual manera, Arturo Quillismal, por medio de un proyecto de la Fundación Altrópico, decidió acompañar sus cultivos de papa con mellocos, quinua y chochos. “Esta diversificación mermó la expansión de la frontera agrícola y le garantizó al campesino una forma de subsistencia, pues ya no sólo siembra para el comercio sino también para su alimentación”, explicó Oscar Falconí, de la Fundación Altrópico.
Humberto Cuaical también fue capacitado. Pero no implementó su shagra sino que siguió subsistiendo únicamente del azufre que bajaba del nevado del Cumbal.
Además de estos cambios individuales, muchas comunidades se unieron para desarrollar procesos colectivos. Fue así como los campesinos de la Comuna La Esperanza lanzaron a los riachuelos diez mil alevines. Luego, respaldados por el municipio de Tulcán, sembraron en el 2007 más de 40 mil árboles nativos como el arrayan, pumamaque, cedro, polylepis y capote. Además, delimitaron la frontera agrícola en los tres mil 500 msnm, y prohibieron sembrar de ahí hacia arriba.
Gildardo Valenzuela y Arturo Quillismal, así como las entidades ambientales, saben que sus esfuerzos y los de sus comunidades no son suficientes para que el páramo recobre la vitalidad. Una prueba es que el Río Blanco disminuyó su caudal en un 30 por ciento en los últimos 15 años, mientras que otras fuentes bajaron más de un 40 por ciento en el mismo lapso de tiempo, según Corponariño. Otra prueba es que el Río Chico, en el lado ecuatoriano del páramo, presenta cada verano una disminución en su caudal de entre 40 y 50 por ciento, según el municipio de Tulcán. Así mismo, plantas como el bejuquillo y la espeletia, y animales como los escarabajos coprófagos, ingresaron a la lista de especies en peligro de extinción, según un estudio de la Universidad de Nariño.
Pero los efectos del calentamiento global también le impiden al páramo recobrar su vitalidad. Nadie sabe con exactitud qué tanto ha avanzado el derretimiento de las nieves del Cumbal y del Chiles porque no existe un equipo de monitoreo, pero Álvaro Bolaños, de Corponariño, calcula que probablemente en diez años el Cumbal estará sin nieve: “Esto significa que desaparecerán las fuentes hídricas que surten a Ipiales y sus poblaciones rurales”. Las proyecciones de Mauricio Isacas, del municipio de Tulcán, también son preocupantes: “Si el Chiles se queda sin nieve durante todo el año, disminuirán las fuentes de agua para consumo, habrán dificultades para la producción agrícola y serios problemas para el ecosistema”.
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